Conciencia centrífuga


Tengo que advertirles que, a diferencia de los últimos post que publiqué en mi blog, ¿cómo? Ah!…vale, que no escribo desde hace mucho tiempo y que no tengo porque justificarme por ello. Ok. Tengo que advertir, entonces, que los siguientes post que publicaré en el blog. Coñe, ¿y si no vuelvo a publicar hasta dentro de un año? Ok, les advertiré que este post sigue la onda del anterior y va en concordancia con la idea inicial, en la que maduré este espacio, la de enseñar y publicar mis intimidades, sentimientos, pasiones desmesuradas y filosofadas varias que ronronean y acarician mi alma.

Hace días que pienso en escribir sobre unos de mis peores enemigos. Yo mismo. Mi conciencia, esa voz fantasmagórica que algunos de nosotros oímos en nuestras entrañas, y otros en sus nalgas. Esa que dicta y nos señala sin antes preguntarnos, esa maleducada y pervertida que algunas veces hace que pensemos, repensemos y convirtamos a nuestro cerebro en la mejor de las lavanderías del barrio.

Pensé que quizá, una buena idea para hacer las paces con mi conciencia era escribirle una carta, expresándole todo aquello que me molestaba de ella, rogándole una tregua o proponiéndole un trato, incluso pensé en sobornarla con algún souvenir creado específicamente para conciencias tocapelotas o incluso deleitarla con alguna de mis últimas delicatessen culinarias.

Hoy me propusieron un ejercicio de estos que les recomiendo, de apariencia sencilla, económicos, resultones y eficaces, al menos para el que suscribe este humilde blog, lo pueden hacer en sus casas, en pareja o solos, lo importante es que les remueva, algo, por pequeño que sea.

Piensen en todo aquello que ustedes creen que no son capaces o no se atrevan hacer. Les dejo 2 minutos, en este tiempo, seguro que encuentran alguno. Yo muchos. Apúntenlo en un papel, será más gráfico.

Ejemplos prácticos y autobiográficos para ejercitar su fantasía, no puedo dejar de pensar, no soy capaz de ser sincero conmigo mismo, no puedo controlar mi conciencia.
No puedo, no soy capaz y no me atrevo, ya…ahora juguemos. Rehagan la frase, cambien un no soy capaz de controlar mis pensamientos por un no quiero controlar mis pensamientos. Fíjense en el giro orbital y gramatical de la frase. ¿Continuamos? Juguemos un pelín más con las palabras, sin miedo. Pongamos otra coletilla, cambiemos ese no puedo, derrotemos al victimismo, a nuestra educación, a nuestra realidad y usemos el quiero y el puedo controlar mis pensamientos. Y para finalizar el ejercicio semanal, pregúntense qué pueden y quieren hacer para conseguirlo.

Ya les contaré, quizá no me hará falta planchar mi mejor camisa, sacarle brillo a mis zapatos, malgastar unas gotas de mi colonia ni 3 horas tras los fogones para sobornar a la zorra de mi conciencia. Quizá me vale con querer y saber que yo puedo, quizá les sirva a ustedes para creer un poco más en sí mismos.

Sean felices y coman perdices

Willy

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